"Un Sueño Guajiro"

Hace algunos años recibí, de una muy querida amiga, un texto llamado “Un sueño guajiro” por diversas vicisitudes no había podido publicarlo en este espacio, pero por fin después de una larga espera, comparto con usted querido lector “un sueño guajiro” de Nash Ventur: mención aparte quiero aclarar que si sólo publico una historia, que versa sobre un servidor, no es exclusivamente por alter ego, sino porque de los textos que forman la colección de sueños guajiros de esta joven escritora es el único al que he tenido acceso y que aún conservo con mucho agrado, no solo en su forma material, sino en mis reminiscencias. Sin más preámbulo helo aquí.



En aquélla noche azul y estrellada, la luna llena resplandecía iluminando la tierra con un brillo enigmático, y el viento frío que la acompañaban hacían que la soledad fuera más notoria, más hiriente y cruel. Pero aun con ese dolor interno que le carcomía el pecho, él tenía el deleite de encontrarse ahí, ante esa maravillosa vista que la orilla de aquél cerro ofrecía.

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí sentado, observando las volubles figuras que se formaban en el cielo, sintiendo primero la fresca tarde y después esa templada noche. El tiempo se le había desvanecido entre las manos cuando después de haber pasado un largo tiempo mirando el techo de su habitación, decidió salir y despejar su mente para tratar de no recordar aquella imagen.

Sin tomar abrigo, partió de su casa donde había intentado desvanecer sus recuerdos; cabizbajo, con la barba de tres semanas apagó la radio, ésta vez los intérpretes que siempre inundaban su alma compartiendo alegrías, penas y pasiones en cada estrofa de sus coplas, no habían podido borrar esa imagen de su mente, pues la soledad seguía palpitando en su corazón.

Decidió ir a esa vereda que tantas veces le había provocado dicha, esa vereda en la que su mente se sentía libre y su alma en paz. Poco a poco subió cuesta arriba a aquél imponente cerro. En ese momento esas inmensas ganas de no querer recordar nada habían desaparecido y solo se encontraba con los deseos de revivirlos para disfrutarlos por lo menos en su mente. Una vez más.

Al llegar a la cima miró a su alrededor y se encontró con esa solitaria piedra que tantas veces le había servido como asiento. Ella seguía ahí, al pie del majestuoso pino, y parecía que nada entre ellos había cambiado; las ramas del imponente árbol seguían siendo mecidas suavemente por el viento que golpeaba la vereda de aquel lugar, y el sonido distante que llegaba por el campanario de la iglesia seguía retumbando a distancia, la vista de aquél pueblo azul grisáceo contrastaba con el verde de los árboles que lo guardaban celosamente de la voraz civilización. Todo indicaba que nada había cambiado, todo estaba como la primera vez... todo excepto ella.

El trabajo en la agencia había sido abrumador, aquellas horas frente a la computadora redactando habían sido mortales, y ni mencionar las horas de edición en la cabina. Mi espalda era una gran red de nudos provocados por la mala postura y el estrés, y mi cabeza, un nido de ratones por donde los dedos habían pasado varias veces intentando despejar mi mente.

Al estar ya muy entrada la noche, pocos me acompañaban en mi ardua labor. El silencio de la oficina era roto solamente por la música que brotaba de la computadora que llevaba más de doce horas prendida. El café de la máquina se había terminado y el tic tac del reloj ya no ejercía presión alguna sobre mí.

Estaba tan interesado en terminar mi trabajo que no prestaba atención al mundo que giraba a mi alrededor, y cuando menos lo pensé, la sala estaba vacía y el silencio reinó en la habitación.

Noté lo tarde que era cuando miré el reloj en la esquina de la máquina. Con cansancio estiré el cuerpo y coloqué las manos en mi cuello, moviéndolo de un lado a otro. Di una revisada final al trabajo para cerciorarme de que estaba listo, para después apagar la maquina, y convenciéndome a mi mismo de que a - la mañana siguiente, cuando mi jefe lo evaluara, me iba a encontrar sentado en mi propia oficina, bajé las escaleras.

Noté que el edificio estaba completamente vacío y oscuro, y era solamente una pequeña luz proveniente de la última oficina, la que alumbraba el piso.

Con sorpresa, me acerqué para saber quién era la persona que se quedaba tan noche en la agencia. Al estar a escasos metros de la oficina iluminada, puede ver borrosamente una silueta que buscaba algo entre los cajones con desesperación.

Por un momento pensé que se podría tratar de algún asaltante, ya que era extraña la presencia de alguien a esas horas, por lo que con gran sigilo caminé hacia el cuarto, tratando de no hacer ruido y descubrir al sospechoso.

Al encontrarme a unos cuantos pasos de la puerta, tropecé con un bote de basura haciendo gran alboroto. Yo no noté que la silueta se congeló al escuchar el ruido, y mucho menos advertí que había tomando un bulto entre sus manos escondiéndose tras la puerta listo para atestar un golpe a quien se atreviera a entrar.

Poco a poco me incorporé hasta ponerme de pie y abrí la puerta finamente. Al mirar en el interior, sólo descubrí la computadora sobre el escritorio prendida, más nadie estaba ahí. Confiadamente di un paso dentro de la oficina con la intención de apagar la máquina, cuando recibí un fuerte golpe en la cabeza que me derrumbó dejándome tumbado en el piso.

¡Ay Dios mío! — gritó una mujer que sostenía entre sus manos una cafetera — ¿te lastimé?

Sacudiendo la cabeza toqué con mi mano la región donde había recibido el golpe.

¡Ouch!, ¿y eso por qué fue? — pregunte a la dama que se encontraba a mi lado tratando de ayudarme — ¿Quién eres tú y qué haces aquí?

Me espantaste, disculpa, ¿estás bien?

Si, muy bien, digo acabas de matar a la mitad de mis neuronas, pero creo que sobreviviré — bromeé mientras palpaba el chichón que sentía — Tienes la mano fuerte.

La mujer se acercó para revisar el golpe en mi cabeza y ver el daño que había causado. Sin decir una palabra salió del cuarto, regresando a los pocos minutos con un pañuelo humedecido.

Ya sentado en el suelo, recibí los auxilios ofrecidos por aquella joven que hincada a mi lado, colocó su pañuelo en la inflamación.

Lo siento en verdad. Soy nueva, entré hace dos meses y no estoy acostumbrada a quedarme a trabajar tan tarde, por eso no conozco el movimiento de la agencia de noche — explicó mientras me ayudaba a ponerme en pie.

¿Y qué haces trabajando tan tarde? — le pregunté.

Termino un proyecto que voy a... ¿Tú trabajas aquí?, ¿cómo te llamas?

Francisco, Luis Francisco Martínez. Trabajo aquí desde hace año y medio, soy columnista en el periódico, me encargo de la sección de opinión política, y tú... señorita sin tacones — dije amable mientras veía sus pies descalzos en la alfombra — ¿Tienes un nombre además de ese increíble bíceps?

Ruborizándose, la chica bajo la mirada y mordió sus labios mientras sonreía discretamente, un mechón de su cabello cayó a su rostro cuando giró la cabeza haciéndola ver aún más hermosa de lo que la noche ocultaba.

"No puedo creer que aún lo recuerde con tanta precisión", se dijo para sí mismo el joven mientras se reía.

A la mañana siguiente cuando el golpe había adquirido el tamaño de una pelota de golf, todos mis compañeros me preguntaban la razón de aquél estado, pero yo no podía decir nada, ya que no había dejado de pensar toda la noche en esa joven de esbelta figura. Sus ojos negros armonizaban con aquel cabello oscuro como la noche y que eran iluminados con la sonrisa que bajo esos labios delicados se formaba al escuchar alguna broma. Durante toda la noche no había podido olvidar la suavidad de sus manos, y me parecía respirar su perfume por donde caminara.

Así, sin decir nada a nadie, busqué con desesperación a mi hermosa atacante en todo el edificio, mas parecía que nadie la conocía.

Lleve aquél proyecto en el que había trabajado toda la noche a que mi jefe lo revisara seguro de que lo aprobaría, mas él con su sonrisa de mando, dijo que había aceptado la oferta de alguien más y me ofreció conocerlo pues iba a trabajar con él en ese proyecto tan prometedor para la agencia.

Tomándome del brazo, me llevó a la nueva oficina de mi, ahora, jefe de equipo. Dentro de mí la molestia era fuerte, me había partido el alma por más de un mes desarrollando aquél plan para que viniera otro y me arrebatara de las manos la oportunidad que tenia para ascender.

Al llegar a la oficina, pude distinguir los pies descalzos de una mujer debajo del escritorio, y poco a poco fui subiendo la mirada por aquellas delineadas piernas que se asomaban de una minifalda, y no fue sino hasta que me tope nuevamente con sus ojos, cuando sentí aquél golpe de adrenalina.

Rápidamente el corazón me latió y las manos, sin quererlo, me comenzaron a sudar frio. Ella me saludó con una gran sonrisa mientras me ofrecía su mano. Controlándome logré articular palabras y respondí a ese saludo con los ojos encendidos de emoción.

Ella será de hoy en adelante tu nueva compañera de trabajo — anunció mi jefe — trabajarán solo por 4 meses ya que ella irá a hacer una maestría a España.

"Pensé que nunca te irías", pensó el joven dejando escapar un suspiro mientras recordaba el beso que había depositado en su mejilla.

El proyecto se comenzó a gestar paulatinamente, y yo me comenzaba a enamorar sin que nadie lo notara. Todos los días después del trabajo, invitaba a mi compañera a comer. Ella no conocía la majestuosidad de mi tierra y tomada de mi brazo se dejó impresionar por los alegres colores del centro, la amabilidad de la gente y la variedad de sabores.

La iglesia de Santo Domingo la dejó con la boca abierta, y las tlayudas la enamoraron. Poco a poco nuestra amistad creció, y así como a ella la enamoraba mi tierra, a mí me cautivaba su forma de ser.

Era un hecho que la belleza física que poseía era envidiable, pero cuando descubría la fortaleza de su corazón, el amor me ató a él sin que yo pudiera evitarlo.

El gran sentido del humor que poseía, la paciencia con la me escuchaba hablar durante horas de aquellos temas en los que nunca coincidíamos, el hecho de que aún siendo una mujer independiente conservaba a una niña dulce y tierna en su interior, una niña que sentía miedo y tristeza, una niña que yo consolé entre mis brazos. Esa fortaleza que la hacía seguir adelante cuando no sentía más fuerzas, y esos ojos que comunicaban todo sin decir nada, fueron las razones que me hicieron pasar noches en vela, recordando su rostro y sus palabras, que me hicieron escribir mil poemas y dedicar cientos de canciones.

"Nunca te dije el terror que sentía cuando arrancaba las hojas de mi calendario y veía que llegaba el día en que te irías", confesó aquél hombre apretando contra si la imagen de aquella mujer.

Después de 4 meses llegó la satisfacción de ver finalizado aquél proyecto que tantas noches nos había hecho trabajar juntos. La alegría fue incontenible cuando los reportes de audiencia nos colocaron en primer lugar, y fue ahí entre todo ese regocijo cuando tomó mi mano y sonriéndome delicadamente, me dijo que se iba en dos días. Mi corazón sintió un golpe seco.

Lo único que se me ocurrió fue invitarla a cenar, pero ella se rehusó pues tenía que arreglar algunos asuntos antes de partir. Sin decir nada más se encerró en su oficina y no me dejó entrar. Me quedé sentado un largo rato en mi oficina en espera de escuchar a que saliera, pero nunca lo hizo.

Con la noche encima, me resigné a verla al día siguiente y con el corazón paralizado me levanté para apagar la computadora cuando una cabecita se asomó por la puerta y preguntando si aún trabajaba se acercó hasta mi escritorio colocando un plato de comida italiana

Apuesto a que no has comido — me dijo — Sé que esta comida no se compara a la de esta maravillosa tierra, pero es lo que más se acerca a la comida de mi país — y sonriendo comenzamos a comer en silencio.

Tras unos minutos de incómodo silencio, me animé a expresar aquello que ahogaba mi corazón. — No quiero que te vayas — dije tomándole la mano. Ella levantó la cara y con seriedad me contestó — ¿Tú crees que yo me quiero ir?".

Su sonrisa iluminó su rostro cuando me confesó los sentimientos que estaba guardando, mas, con firmeza me dijo que no podía cambiar la decisión de irse.

Ante aquella declaración, quise decir algo, mas al ver el reflejo de dos lágrimas cayendo por su rostro, preferí no hacerlo y sólo me senté a su lado.

Sequé sus lágrimas con mis manos y ella me abrazó mientras lloraba en mi hombro. Cuando las lágrimas pararon, la vergüenza la invadió y bruscamente me dio la espalda para secar sus ojos.

La inmovilidad reinó entre nosotros unos cuantos segundos, pero al escuchar en ella nuevamente un leve sollozo, coloqué mi mano en su hombro. El roce de aquella caricia provocó un gran suspiro en ella, y lentamente giró su cabeza hasta que quedando de frente a mí, buscó mis ojos y en silencio comunicamos todos aquellos sentimientos que habíamos guardado.

Ella tomó mi mano y comenzó a besar suavemente mi palma, después la llevó a su rostro mientras cerraba los ojos y la pasaba apaciblemente por toda su cara. Mi corazón que no había dejado de latir de manera agitada y nerviosa, me llenó de un calor interno, sus labios me parecieron más bellos, más apetecibles y sin decir una sola palabra me acerqué a ellos y deposité sobre estos un delicado beso que explotó en mi interior como un golpe de adrenalina que me llenó de éxtasis cuando aspiré el delicado aroma que brotaba de su cuello. Con sutileza quité el cabello que caía a sus hombros y suavemente comencé a bajar por su cuello.

Mis Brazos rodearon su fino cuerpo, y protegiéndolo con la fuerza de mis manos, comencé a recorrer cada rincón de tan escultural figura. Nuestros labios comunicaban aquello que estaba de más, aquello que solo podía ser expresado con caricias llenas de amor, de pasión y de deseo.

"Sin buscar nada tropecé con tus ojos negros de mujer", pensó mientras veía el tintineo de las estrellas.

Aquellos ojos que el destino me puso enfrente, me miraban con dulzura cuando me asomé al balcón que su escote me dejaba ver. Esa noche el azar quiso que conociera cada secreto de su intimidad. Esa noche fue un baile de dos, donde las manos subieron por las caderas sin parar, mientras la luna del amanecer alumbró el camino de nuestros cuerpos.

La luz del alba comenzaba a salir, las nubes adquirían el tono naranja con las que el sol las bañaba. Había pasado toda la noche en vela, recordando aquella noche de pasión en la que supo lo que era amar a alguien con toda la fuerza de su corazón.

Las piernas se le habían entumecido y ahora era momento de marcharse. Con torpeza se puso de pie, acercándose a la orilla de aquél risco se estiró suavemente mientras sentía la frescura de la mañana.

¡Luis!, un grito retumbó dejando un eco. ¡Luis!, volvió el sonido. El joven cansado giró su cabeza en busca de aquél llamado, y miró a lo lejos una delicada figura que subía forzosamente el cerro mientras agitaba la mano. Su cabello negro le tapaba el rostro, pero el brillo de esos ojos negros revelaban su identidad.

(To be continued…)

Comentarios

  1. No quiero imaginar cuánto tiempo te tardaste transcribiéndolo todo, pero te lo agradezco, pues aunque recordaba totalmente la esencia de la historia, por supuesto que quedaron cosas flotando en mi memoria... Y reitero que me urge un cursito de redacción de cuentos, tiene bastantes cosas que ahora le ajustaría...

    Pero oye, ¿ese es el final que le dejé?... Porque eso es lo que no recuerdo bien.

    Abrazote

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